“Nos equivocamos cuando hablamos del futuro de las infancias trans. Lo más importante es que tienen un presente”

Ana Valenzuela se acercó a Chrysallis – Asociación de familias de Infancia y Juventud Trans* cuando su hija le dijo que su identidad no era la asignada al nacer y que era una niña. Acudió en busca de información para saber cómo acompañarla,  y, con el paso del tiempo, acabó siendo presidenta de la asociación. Chrysallis, junto con Fundación Triángulo y la Federación Estatal LGTBI+, fue una de las entidades impulsoras de la Ley Estatal LGTBI mientras Valenzuela era presidenta. 

¿Cómo llegas a Chrysallis?

Llegué a Chrysalis gracias a mi hija. Cuando tenía 4 años, nos expresó de forma muy clara que su identidad no era la que pensábamos. Nos dijo que era una niña. Después de mucho tiempo en el que tanto su padre como yo no fuimos capaces de ver las señales que nos enviaba, nos lo expresó de forma muy clara y desde ese momento empezamos a comprender. Para recibir información, nos dirigimos a Trànsit, servicio de atención a la salud de las personas trans* en Catalunya. Allí además de proporcionarnos la información necesaria en cuanto a identidad de género, nos aconsejaron contactar con Chrysalis Catalunya. Nos explicaron que era una asociación de familias de menores trans*, en la que nos sentiríamos entre iguales y acompañados como familia. Así fue como entramos, hace ya 7 años.

Hablas de esta falta de información o necesidad de orientación. Supongo que muchas familias llegan a Chrysallis y otras entidades desde el desconocimiento y una necesidad de orientación. ¿Cuáles eran las tuyas?

En el momento en que tanto Ramón, mi pareja y padre de Cora, como yo nos acercamos a pedir información, fue debido a que nos dimos cuenta de que existía una falta de referentes positivos en todos los ámbitos. Como por ejemplo;  medios de comunicación, escritos o audiovisuales. Te asustas mucho porque solo manejas esa información. La necesidad de poder acompañar a tu hija, en este caso, con tan poca información te hace decir “necesito que alguien me diga cómo acompañarla”, ya que tu único objetivo es que sea feliz.

¿Y la gente que se acerca ahora?

Las familias que se acercan a Chrysallis ahora tienen un poco más de información en general, pero sobre todo lo que necesitan es estar entre iguales, tanto las familias como las personas menores. Que conozcan otras personas trans, pequeñas, adolescentes, conocer otras familias que han pasado por estos procesos, para compartir experiencias y sentimientos. Hay sentimientos muy bonitos, pero también de mucha incertidumbre y miedo. En definitiva, saber que no están solas, que no son únicas.

Es curioso que tú y tu pareja os acercasteis a Chrysallis para informaros sobre cómo acompañar a vuestra hija, y acabaste siendo presidenta. ¿En qué momento te conviertes en activista?

Después de hablar con Elena, la persona de Chrysallis que me acompañó y con quien hablaba todos los días, le preguntaba cómo contarlo en el colegio entre otras muchas cosas, yo tenía claro que quería ayudar.  Me di cuenta muy rápidamente de la diferencia entre los derechos humanos de mis dos hijos mayores y los de mi hija. No podía quedarme al margen. Les dije que estaría dispuesta a ayudar en lo que fuera necesario, incluso si era solo para hacer fotocopias. Ella me decía “tranquila”, poco a poco, pero a los 3 meses, ya estaba yendo con una persona a dar charlas en colegios. En poco tiempo, ya estaba dando las charlas yo sola, con otra persona, Cristina, ayudando en los eventos. Llegó un momento en que la presidencia de Chrysallis Catalunya cambió, y mediante asamblea de las familias asociadas, pasé a ser la presidenta a nivel de Catalunya. A nivel estatal, la junta directiva dimitió, y se me solicitó que ayudara en el nuevo proyecto de junta estatal. Primero como vicepresidenta, pero mientras estaba en ese puesto, la presidencia tuvo que dejarlo, y así fue como pasé a la presidencia. Fue todo un poco de casualidad: me requirieron para ayudar, primero como vicepresidenta y luego como presidenta. Estuve cuatro años. Siempre dije que dimitiría una vez hubiera realizado como representante de Chrysallis estatal el trabajo para la consecución de una Ley estatal que reconociera los derechos humanos del colectivo y de menores trans* en concreto, y fuera aprobada. Y así lo hice. 

Se ha hablado mucho de las infancias trans. Pero, ¿qué rol tienen las familias?

Se ha hablado mucho, sobre todo a raíz del trabajo con la Ley LGBI y Trans* Estatal. Se puso muy en el centro del debate, en lugar de los derechos humanos de las personas, a las personas trans, sus vidas y las infancias, así cómo las familias tratamos a estas infancias. Evidentemente, han surgido de las tabernas estos grupos de extrema derecha, de derecha extrema, de feministas transexcluyentes, que cuestionan de forma agresiva el papel de las familias, llamándonos “familias transexualizadoras” o medicalizadoras. Nada más lejos de la realidad. No conocen las realidades de las personas trans adultas, ni de las familias, ni de las infancias y adolescencias trans. Se atreven a cuestionar y juzgar desde su privilegio, desde el total desconocimiento y desde sus prejuicios adquiridos, mandando mensajes que crean odio. Y lo hemos notado mucho, muchísimo.

Has hecho mención a la Ley Estatal LGTBI. ¿Cómo recuerdas el proceso de negociación  de la ley y la posterior aprobación?

Tengo recuerdos un poco de todo. Bonitos y duros. Recuerdo la unión entre tres entidades: FELGTBI+, Fundación Triángulo y Chrysallis a nivel estatal, siendo yo la presidenta de esta última. La unión de esas tres presidencias y entidades, cómo pudimos salir adelante uniéndonos y acompañándonos. Fue una etapa muy dura, en la que recibimos muchos ataques a nivel personal y como entidades. En general, lo enfrentamos en silencio, alejados de las cámaras, de los titulares y de los focos. No lo hicimos de otra manera no porque no quisiéramos explicar, sino porque era muy difícil hacerlo, ya que había muchas posibilidades de que perdiéramos todo lo que estábamos ganando. Se nos acusaba de trabajar en los despachos y de colaborar directamente con el gobierno.

Tuvimos muchos ataques, ataques de una pequeña parte del propio colectivo, del feminismo más radical y transexcluyente, de la extrema derecha… Sufrimos muchísimo. Fue una lucha encarnizada, llena de incertidumbre. En el tema de menores, hasta el último día, no sabíamos con certeza qué iba a pasar. Nos hizo pasarlo mal  no solo a mí como representante de una asociación de menores, sino también a Uge Sangil, presidenta de la FELGTBI+, y a José María Núñez, presidente de Fundación Triángulo. 

El día de la aprobación hubo una explosión de alegría. Es cierto que no es una ley de máximos, no es la ley que nos hubiera gustado, eso lo sabe el colectivo y las tres asociaciones. Pero es cierto que es una ley que reconoce derechos y que ha logrado avances, especialmente al reconocer la existencia de las infancias y adolescencias trans. 

Siempre había dicho que soñaba (Se le entrecorta la voz).  Perdón por emocionarme, pero soñaba con el día en que pudiera estar en aquel palco y escuchar que la ley quedaba aprobada. Por muy poco no pude estar, por temas de salud. Pero lo conseguí, y, además de llevar a todas las familias de Chrysallis en el corazón, al lado de Uge, de José, de Mané, de Iñaki, de Carla Antonelli… De tantas personas que habíamos estado trabajando hasta las tantas días y días y días, horas y horas a solas, en silencio, y sabiendo que teníamos al enemigo fuera, pero con la convicción de que si seguíamos trabajando, lo conseguiríamos. Y se consiguió.

Ahora que tenemos la ley aprobada, ¿cuáles son los retos? 

Los retos son que la ley se lleve a cabo, que se le dote de presupuesto y que realmente se aplique. Una vez que esto se haya conseguido, entonces ir a por más, evidentemente. Porque aún faltan derechos por garantizar. Las personas no binarias no están incluidas en la ley, y es necesario ampliar derechos en deporte, cultura… En todos los ámbitos. Pero lo primero que debemos hacer es velar porque esta ley se implemente correctamente, cuidarla, mimarla, saber que está ahí, creérnosla y no permitir que nadie la ataque ni le haga daño. Es como cuando tienes a una persona recién nacida en una cuna, y la mimas, y la mimas y la mimas. Hay que mimarla y cuidarla muchísimo para que se la dote de presupuesto y crezca. 

Y si ya tenemos ley, ¿por qué las entidades y asociaciones LGTBI+ continúan siendo necesarias?

Las asociaciones LGTBI+ tenemos que seguir existiendo, visibilizando y trabajando para conseguir los derechos humanos que cualquier persona tiene por el simple hecho de haber nacido. Mientras las personas LGTBI+ no tengan sus derechos garantizados, tendremos que seguir existiendo.

Antes hablabas de los ataques y discursos de odio que habéis recibido, ¿cómo dañan al colectivo?

Los daños no se limitan a leer un titular que no nos gusta y nos revuelve el estómago, o a encontrarnos con un artículo falso y seguir adelante. Los daños son reales en nuestra vida diaria. Con estos discursos de odio, aumentaron los delitos de odio hacia el colectivo LGTBI+, especialmente hacia las personas trans. Desde nuestra asociación, vimos cómo se intensificaron las violencias en los patios de los colegios, en las calles; cómo algunas familias comenzaron a esconderse por miedo a que sus hijes fueran atacades de alguna forma. Observamos cómo un profesor que antes acompañaba sin problemas de repente dejó de hacerlo, se atrevió a expresar lo que realmente pensaba, y eso evidentemente afecta a la vida cotidiana. Siempre digo que son vidas, y son vidas que deben ser vividas en libertad día a día. Con respecto a las infancias, nos equivocamos mucho cuando hablamos únicamente de su futuro. Es cierto que tienen un futuro, pero lo más importante es que deben vivir su presente para tener un futuro. Y si su presente no es uno de inclusión, en el que puedan socializar sin problemas, no tendrán un futuro. Por lo tanto, debemos preocuparnos por los presentes.

Y de este presente del que hablas, evidentemente hay muchas realidades, pero a grandes rasgos, ¿cuál crees que es la solución?

No es una situación mala, ni mucho menos. Son personas que están acompañadas por sus familias, que tienen entornos de seguridad, confianza y mucho amor. Esto les permite crecer felices. En general, son bien acogidas allí donde van. El problema surge cuando tienen que estar constantemente dando explicaciones sobre quiénes son y por qué lo son, debido a que el estado y la sociedad no reconoce su identidad. Ahí está el problema real. Esta ley ha llegado para poner fin a esa necesidad de dar explicaciones, ha llegado para que una persona menor pueda cambiar su nombre y su mención registral del sexo porque está reconocida por el Estado donde vive. Eso es a lo que un Estado debe dedicarse, a garantizar que su ciudadanía  tenga reconocidos sus derechos humanos.

Al principio de la entrevista comentabas cómo empezaste en el activismo en Chrysallis y hemos hablado de cómo fue el proceso de aprobación de la Ley. ¿Qué balance haces de estos años, desde tu primera charla hasta ahora?

Hago un balance muy positivo porque me he acercado a un colectivo que no conocía, he conocido a personas maravillosas y he logrado, en gran parte, deconstruirme para construirme de nuevo. He abierto la mente, me he puesto esas gafas de color arcoiris, he desarrollado la capacidad de escuchar, no solo oír. Y no hay nada más hermoso que luchar por los derechos de las personas, siempre a su lado o detrás, nunca delante, porque el espacio es de ellas, de las personas trans*, no es nuestro, de las personas cis. 

Sobre todo, mi hija nos ha hecho ver el mundo de una manera muy diferente, desde un punto de vista del que nunca puedes juzgar, jamás puedes estigmatizar a nadie, ni conocer a nadie sin saber cómo son y sin haber escuchado antes. Ha sido un camino de formación, aprendizaje y deconstrucción. Ha habido mucho sufrimiento, noches sin dormir, tiempo separada de mi familia, para poder conseguir la ley junto con muchas otras personas, y eso cuesta mucho. Pero el balance que hago es positivo.

Hasta el momento casi no habías tenido vinculación con el colectivo LGTBI+. ¿Quiénes fueron tus primeros referentes? 

Pues mis primeros referentes fueron personas menores, ¡fíjate qué maravilla! Siempre digo que las adoro, porque como no puede ser de otra manera. Pues mira, fueron David, Estel, Tori, Alex. Fueron muchas personas pequeñas, y por supuesto, mi hija. Ellas fueron mis primeras referentes. A partir de ahí empecé a conocer a Rosa Almirall, a Mar Llop (fallecida y gran amiga), a Fina Campas, a Carla Antonelli, a Uge Sangil, a Mané Fernández, Lina Mulero… A tantas y tantas, a Judith, a Alex B… A tantas personas trans que han sido tan maravillosas y tan honestas al explicarme con tanta claridad sus experiencias, al ayudarme, a acompañarnos… Si tenía alguna preocupación, me decían “tranquila, puedes hacer esto o aquello”. Siempre estaban allí para acompañar. A Víctor Granados, a David Guerrero… Son innumerables. Además, les tengo mucho cariño a todas ellas, y creo que de alguna manera ellas también lo tienen hacia mí.

Si pudieras volver al momento en que tu hija te dice, efectivamente, que es una niña, ¿qué te dirías a ti misma? 

Va a sonar muy mal, pero no me diría más de lo que le dije a mi hija. Me agaché y le dije: “Tranquila, cariño, esto lo vamos a solucionar”. Fue la primera vez que me referí a ella en femenino. A partir de ahí, no sabía cómo ni de qué manera, pero íbamos a encontrar una solución. Creo que era todo lo que podía hacer, y al final hice lo que haría hoy, que fue informarnos, formarnos, acudir a Trànsit y acercarme a Chrysallis, que para mí es maravillosa.

¿Qué le dirías a otra persona que pasa ahora por una situación parecida?

Sin quitar importancia a lo que siente (miedo, incertidumbre, negación…), se trata sobre todo de escuchar, observarles, no quitarles credibilidad por el hecho de ser personas menores, observar mucho e informarse. Es necesario crearles un entorno de seguridad y confianza en el que puedan expresarse en el momento que quieran o deseen. No tienen que expresar su identidad de inmediato ni decir directamente “es que yo soy”. Pueden decir “yo seré” o “me gustaría ser”. Y sobre todo le diría que se acercarse a Chrysallis, donde la acompañaremos sin juzgar. Nunca vamos a decir “mira, tienes una hija, hije o hijo trans”, ya que ni se trata de un diagnóstico, ni nadie más que la propia persona puede saber quién es. Se trata de dejar que fluyan y sean libres, nada más que eso.